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martes, 18 de enero de 2011

INSTINTO MATERNAL

Un día mi hijo de tres años me preguntó: -Mama, ¿por qué tú no tienes pilila? -Pues porque yo soy una niña. Soltó una carcajada y me dijo: Tú no eres una niña, tú eres una mama.

Nunca he tenido instinto maternal, nunca me gustó jugar con muñecas de pequeña, prefería ser la morena de los Ángeles de Charlie o una de las chicas de Comando G.

Luego ya, de mayor, cuando veía a una pareja con un par de chiquillos por la calle, uno en bicicleta y el otro en el carrito berreando por un chupachups, por poner un ejemplo, me daban pena. Me parecían el paradigma de la resignación, del “paestohemosquedao”, la más incomprensible y absurda forma de perder los mejores años de tu vida: criando cuervos.

Pero las cosas cambian, un día conoces a un semental que te da veinte razones para no casarse y nunca jamás tener hijos en la primera cita, te pones de acuerdo con él en todo y a los dos años estás casada y jugando a la ruleta rusa con tu ciclo menstrual.


Entonces pasa. Unos días de retraso, quizás estés embarazada. Un predictor. Mi prima es enfermera, seguro que tiene alguno en casa.

        • Dos rayas azules, bueno, no, una más oscura que otra.

        • A ver. - Mi prima con cara de experta se pone las gafas: - Huy, esto es un preñao que te cagas. (preñao que te cagas debe de ser el término científico que usan en el hospital para decirle a una señora que está esperando un bebé)

        • ¿Seguro?

        • Ya te digo.

Habrá que comentárselo al padre, no para que pueda ya hacer nada, pero al menos que sepa que va a tener que mantener a alguien durante los próximos años y a su hijo, claro. Cuando se lo dije, se me quedó mirando con los ojos muy abiertos y me dijo: ¡Qué hemos hecho!


Estar embarazada es , más o menos desde el tercer mes, como haberse comido un borrego. Estás todo el día controlando el tabaco y los almax. Tienes un sueño tremendo y en las siestas sueñas cosas como que tu hijo nace sin brazos y de repente se convierte en perro y os tenéis que ir a vivir a una choza del África subsahariana para que nadie le tire piedras porque tiene la cara de Álvarez Cascos. Otras veces sueñas que tienes un bebé precioso pero que se transforma en un alienígena que te come las entrañas.

No voy a comentar lo de las clases de preparación al parto por no herir susceptibilidades. Sólo diré que son peor que una secta, qué digo una secta, son peor que los creacionistas, qué digo los creacionistas, son más peligrosos que Sara Palin escuchando a Wagner. ¿Parto natural? ¿Que tener un hijo es algo natural? ¿Sin anestesia?¿Desde cuándo, si puede saberse, lo natural es lo más saludable? ¡Lo natural es morirse!. ( He dicho que no iba a comentar nada).


Por resumir, te pasas 9 meses intentando esquivar a tus amigas por la calle, sobre todo a esas que te dan besos en la barriga y dicen ¡qué alegría más grande!, con los ojos llenos de lágrimas. Tú sólo quieres poder volver a moverte con dignidad fuera del agua.


Parecía que iba a nacer el niño, fuimos al hospital y a los tres días llegó al mundo algo parecido a un bebé, a decir verdad parecía un bebé si no fuera porque tenía la cara de Jordi Pujol, cosa que extrañó a todo el mundo ya que no éramos ni familia lejana. Toda la familia estaba emocionada, el primer nieto. Mi padre lo observó unos instantes y con mucho convencimiento manifestó a la concurrencia: No os preocupéis, a éste no nos lo quitan.

De lo que más me acuerdo es de la primera noche, aquella cunita transparente que pusieron al lado de la cama, mi marío roncando plácidamente en el lecho del acompañante, el niño con los ojos cerrados , no los había podido abrir aún, por lo hinchados que los tenía. Yo lo contemplaba con más curiosidad que afecto, qué raro, qué cosas tiene la vida, hay que ver, lo que somos, que nos creemos algo... y, de repente, esa criatura me estaba mirando ( Ya sé que los neonatos no ven nada, pero me miraba, os lo juro). Ahí estuvimos un buen rato sin quitarnos la vista de encima. Nos acabábamos de conocer y yo dejé de ser una niña a los treinta y dos años.




2 comentarios:

Pues mira, Ilu, yo llegué a pensar que no tenía ningún instinto maternal. Era incapaz de decirle nada a los niños, cuando les veía en los carritos. Pensaba que si les hablaba en un tono de voz normal iban a ponerse a berrear, teniendo en cuenta las voces tan ridículas que, habitualmente, ponen los adultos al hablarles y que a mi no me daba la gana de poner.

Cuando nació mi hija me daba pena de ella. Pensaba que cuanto mejor hubiera hecho quedándose en la tripa. No quiero ni pensar en hasta donde hubiera crecido, teniendo en cuenta como la tenía cuando nació. La sentía indefensa.

Recuerdo mi embarazo como la etapa mas feliz de mi vida, a pesar de estar vomitando desde el primer día hasta el último, y más llena de energía.
Ahora me gustan todos los niños, sin excepción,y me he convertido en una especie de madre tierra, que considera que cada uno de ellos es también un poco mío.

Me ha encantado tu relato. Siempre cuentas las cosas de form fácil (que es lo mas difícil).
Besos