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miércoles, 2 de febrero de 2011

El cacharro de ascensor



La señora Revolver, volvía, como cada mañana del mercado. Venía pensando que limpiar el pescado era siempre entretenido. Un día se encontró dentro de un calamar, una gamba enterita. ¡Qué sorpresa se llevo! Se le dibujó una sonrisa en el rostro al recordar aquel día, cuando encontró la gamba enterita, y claro, la empleo en el caldo empanado que estaba preparando. No está nunca la cosa para desperdiciar nada. Sonreía con la cabeza agachada, para no ser descubierta por algún vecino o vecina, que le preguntara el motivo de aquella alegría –la gente quiere siempre saber lo que no le importa ni lo más minimo-.
Esperando el ascensor, entraron en el portal tres personas que no conocía. Claro que, en el edificio de la señora Revolver habían varias oficinas, consultas, gestorías, y negocios así. No era nada raro encontrar gente nueva. Estaba acostumbrada a encontrar gente de todo tipo y con cualquier pinta imaginable, desde gente vestida con un gusto exquisito (esos irían al médico), a personas con chándal, vaqueros rotos, etc.
Entró otro más en el portal, justo cuando iba a cerrarse la puerta, y en un ágil salto, consiguió llegar a tiempo de pillar el ascensor. La verdad, eran 20 plantas, y el ascensor, del renacimiento, vamos, que merecía la pena aligerar el paso y no tener que esperar tanto tiempo a que volviera a bajar.
La señora Revolver vivía en el ático, así que se acomodo al fondo, en una esquina, mirándose las uñas de los pies, y reconoció que, efectivamente, el color azul ducados, le quedaba coqueto del todo. Cuando levanto la vista de sus pies lo vio, él estaba mirando también sus pies, atentamente, igual que lo había estado haciendo ella un segundo antes. Se sintió un poco rara, pero le halagaba también que se fijaran en sus pies tan monísimos.
Pasaron dos paradas y la gente bajo, solamente ella y el señor que le miraba todavía fijamente los dedos de los pies quedaron en el ascensor.
Él alzo la mirada y se encontró con los ojos de ella, que le miraba asombrada por el entusiasmo que mostraba en sus pies. Él esbozó una sonrisa y le dijo:
Hola, me llamo Pistola, y voy a la planta 15. He comprado el piso que quedo vacio, y seremos vecinos, según veo.
Sí, respondió ella, rompiendo en una carcajada que apenas podía contener.
¿Qué ocurre?, pregunto él sorprendido por la enorme carcajada
Ella, para evitar explicaciones que eran evidentes, extendió su mano hacia él y le dijo:
Hola, me llamo Revolver. Entonces él, con los ojos iluminados por la risa que le iba viniendo sin poderlo remediar, estrecho su mano, y rompió a carcajadas con ella.
Solo fueron dos minutos, pero para ellos habían sido horas y horas de risa.
No podían dejar de reír, con los ojos llenos de lagrimas, y no precisamente de tristeza, sino de pura risa, se miraban y con la complicidad que a veces ocurre entre dos personas, reían y reían con verdadero placer.
A penas si podían dejar de reír, él, le ofreció un kleenex y ella, aún muerta de la risa, se limpio la cara mojada. Con un gran esfuerzo por parte de los dos, dejaron de reír. Él se acerco a ella para limpiarle los restos que aún tenia , y aprovecho para susurrarle al oído que le gustaban mucho sus pies, sus dedos, el color de sus uñas…
Ella lo escuchaba sin apuro, como si la risa los hubiera hecho amigos de repente. Él le decía que le acariciaría los pies, que sentía una atracción muy fuerte por los pies, y más aún, tan bonitos como los suyos. Le decía que hasta los besaría con placer si ella le diera permiso, y ella le ofreció un pie, subiéndolo a la altura de sus manos, para que lo pudiera tocar.
Él quedo como abducido al tener el objeto de su deseo tan cerca, y ella, mirando el marcador del ascensor, pensó que aún tenían tiempo, con ese trasto de aparato, de comenzar una concienzuda batalla entre el revolver y la pistola. ¡Ya puestos…no hay desperdiciar nunca nada!

3 comentarios:

excelente relato, ziencia,no hay que desperdiciar nada y mucho menos la risa.

ramond

¡Ostras! Los hay lanzados. Y eso que el color era azul Ducados. Si llega a ser rojo Marlboro o negro Johnny Player podría haber pasado cualquier cosa inenarrable. Quiero suponer que, efectivamente, te refieres al color de uñas. Porque la señora Revólver llevaba pantalones ¿no?
Tú sí que eres trasto y no el ascensor ese, ja.
Besos

Joer, Ziencia, mira que las uñas azul Ducados, jajajajaja No me extraña que el hombre las mirase!!!