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jueves, 3 de febrero de 2011

¡SEXO Y HUMOR ENCAMADOS!

Alacena de las Monjas
http://www.tusquetseditores.com/fotos/portadas/978-84-8310-377-7_big.JPG!No vuelvo a ir con mi madre a un hospital! Después de días y días insistiendo para que la acompañara a visitar a una amiga suya al sanatorio, accedí. O lo hacía, o mi progenitora era capaz de despertarme de madrugada para, bajo el shock de la somnolencia, obtener una promesa de acompañamiento. Así qué, en pos de mi merecido descanso nocturno, dije sí a su petición. Ni que decir tiene que no soy asidua voluntaria de estos centros, y que alguna vez mi médico me ha amenazado con un edicto judicial de búsqueda y captura -mía, se entiende-, para que no pase a engrosar, con una cruz más, el campo santo, que dicen que se perdería, con ello, un ejemplar único para el estudio. No es que les preocupe mi persona, sino que me muera sin haber descifrado mis rarezas, que ellos califican, suavemente, "como genes imposibles de codificar". O, como le gusta definirme a alguien que me quiere mucho: "genética desquiciante".  Dicen los sabios doctores que si consiguen algo conmigo, tienen garantizado el premio Nobel de Medicina.

Cuando íbamos a traspasar la puerta de entrada al recinto sanitario, mi madre asió el asa del enorme bolso que porto para estas ocasiones, y preguntó, toda inquieta:

-         ¿Qué llevas ahí?
-         !Qué voy a llevar -contesto-, pues unos libros para que se entretenga!
_   ¿No se te ocurrirá llevar los libros esos que tú sueles entregar a los pacientes? !Mira qué esta mujer es muy seria, y bastantes disgustos me has dado ya con estos temas!
-         Mamá -articulo yo-, ¿cómo puedes pensar que tengo tan poco sentido común como para llevar ese material a una conocida tuya y casi desconocida mía? ¿Cómo puedes pensar esas cosas?

!Pero lo llevaba! Después de los saludos de rigor, mi madre le entregó los recurrentes pasteles y flores, y la que esto escribe, !tres ejemplares de La Sonrisa Vertical! Digo yo qué mejor que palmarla de un atracón de dulces si te han operado del estómago, o asfixiarte con el polen de las plantas si a éstas manifiestas alergia, es que cuando te sajen, recosan o revisen, puedas regocijarte con pensamientos gloriosos y sublimes, como son, sin duda alguna, !el sexo y el humor encamados!

He de reconocer que en varios centros hospitalarios me encuentro registrada en la lista negra de visitantes. Y todo porque cuando iba a reconfortar a alguien, me esperaban bastantes pacientes de la planta en el pasillo. !No es que me quisieran mucho, no, es qué sabían que tipo de literatura suministraba!

A lo que iba, que ya me he desviado. Después de diez minutos en la habitación, ya me estaban entrando ganas de salir corriendo, así que, muy educadamente, eso sí, manifesté que iba a tomar un café. Salí y, !destino éste!, tropecé con una conocida que también iba de visita. Nos aposentamos en el mejor lugar de todo el recinto: !la cafetería!

Transcurridas casi dos horas, mi madre comenzó a padecer por mi ausencia, y salió al corredor central a ver si me divisaba. Como después de otear por aquí y por allí no me vislumbraba, decidió -!y vaya decisión!-, dirigirse a información para solicitar mi búsqueda -lo de captura ya no lo dijo, pero seguro que le pasó por la mente- Allí se produjo la siguiente conversación:

-         Madre: "!Ay, que algo le ha pasado a mi niña, que hace dos horas que no la veo!"

-         El guardia jurado: "A ver, señora, tranquilícese usted, que seguro que la encontramos. Dígame, ¿cómo va vestida su niña?"

-         Madre: "Lleva unos pantalones amarillos con cuadritos rojos y verdes, una camisa blanca y el pelo corto".

-         El guardia jurado: "¿Y cuánto mide su niña?"

-    Madre: "!Ay, pues no sé, nunca la he medido!"

-         El guardia jurado: "Imagino que sí recordará la edad de la pequeña"

-         Mi madre: "!Claro que lo recuerdo: 38 años!"

No voy a narrar aquí el regocijo que se produjo en la cola de información, ni, por supuesto, los comentarios que tuve que soportar cuando aparecí por allí. !Vamos, que no vuelvo más a un centro hospitalario con mi madre!

Otro día contaré lo de mi hermano, al que dejé olvidado una tarde en un probador de El Corte Inglés. Desde entonces, !me tiene un desamor qué para que contar!

5 comentarios:

muy bueno alacena... me haces recordar la fobia que tenia yo a los hospitales, para mi eran como agujeros negros donde desaparecían los que entraban.., siempre note una angustia cuando alguien ingresaba, desde que un día me pasé preguntando por mi exmujer que la habían metido con contracciones en la Paz y no volví a saber nada de ella en toda la mañana, ni encontré a nadie que me diera razón, ni siquiera de que estaba dentro jejeje..
paranoias de padre primerizo

He aquí un buen ejemplo de lo importante que es la voz del narrador. La manera de contar las cosas de "la niña", la forma en que se ríe de sí misma, es lo que hace de este cuento una comedia. Para mí, el narrador y la forma que tenga este de narrar es lo que conforma la espina vertebral de un cuento, lo que le da coherencia y sentido de unidad. Una vez se tiene bien tomada esta voz, y cada relato tendrá la suya, ya puedes contar lo que quieras y como quieras. El cuento quedará bien.

Por poner un "pero", que siempre me gusta ponerlos, hay un exceso de frases con signo de admiración. Pero si te fijas, en los relatos y novelas apenas si se ponen. La mayor parte de las veces no son necesarias, pues es el propio relato el que sugiere la intensidad con la que se habla. Incluso, en caso necesario, se prefieren acotaciones del tipo: grité, exclamé, etc. Pero esto es un "perito" de nada, por decir algo, jeje, y seguir siendo (yo) mala.

Espero el siguiente. Pobre hermano tuyo. Yo me dejé al mío de dos años en la panadería olvidado, no una, sino dos veces. La segunda vez la panadera me miró como a una delincuente. Seguro que pensó que no le quería, pero no era así. Adoro a mi hermano, y de pequeño más aún. Pero había demasiada gente en la cola, y para cuando me tocaba, yo, distraída con mis pensamientos, ni me acordaba de que mi hermanito estaba viendo las chuches de detrás de un cristal.

Como te comenté esta mañana, me ha llamado la atención esa gamberrez de regalar a los enfermos los libritos morados de la Sonrisa Vertical. Espero que nunca se te haya ocurrido hacer tal cosa con alguien recien operado de fimosis.
Anda que tú, jopé, como eres...

Yo pienso que mas que en formato de cuento, está contado como si fuera una conversación con amigos.
Espero que, si algún día, tienes que venir al hospital a visitarme, me traigas libros y no te vayas a la cafetería.

Gracias a todos/as por los comentarios.

Un saludo.

Alacena de las Monjas