María Banquer, Ramón del Valle-Inclán y Julio Romero de Torres |
Esperpento: “persona o cosa notable por su fealdad, desaliño o mala traza. Desatino, absurdo”. Así es definido el esperpento por el Diccionario de la Lengua Española. Para el hombre de la calle, esperpento es sinónimo de adefesio, de persona o cosa rematadamente fea. Sin embargo, en Literatura, el término “esperpento” ha dejado de significar lo que la Real Academia y el uso corriente de la lengua entienden que significa. Ha pasado a designar, además, un título genérico, un apartado literario, muy peculiar, dentro del cual se encuentra una buena porción de las obras literarias de Ramón del Valle-Inclán. El escritor se sirvió del término para designar un género literario de su propia creación, que tenía por finalidad expresar “el sentido trágico de la vida española”, basándose en una “deformación sistemática de la realidad”. Pero esa deformación sistemática de la realidad no solo incumbía a España, sino a toda la humanidad.
Lo más selecto de la crítica literaria considera a esta obra como una de las más altas cimas de la novela española de todos los tiempos, y para no pocos estudiosos –y para el mismo autor-, es la mejor de Valle-Inclán. “Tirano”, por voluntad expresa de su autor, es una síntesis del mundo hispanoamericano. Tiene una técnica casi teatral, predominando los diálogos sobre la narración, siendo ésta esquemática. En cuanto al estilo, es nervioso y recortado, telegráfico, chispeante, de imágenes, disciplinado y admirablemente expresivo. Destaca la parte técnica, proveniente del arte nuevo de la posguerra, como la visión cubista del circo Harris, o la cinematográfica, sin que escape a la sagacidad del crítico que la vigorosa escena final se inspira en las crónicas que relatan la vida y muerte de Lope de Aguirre.
Valle-Inclán novelizó la “degradación del hombre por la tiranía”, ejemplificándolo en Hispanoamérica. Las imágenes sirven para dejar al descubierto las ideas. El tiempo se descompone en momentos para dar la impresión de simultaneidad propia del cuadro cubista. No hay ordenación cronológica, todo es simultáneo y converge en las escenas finales; el “tempo” novelístico es vivísimo –todo ocurre en dos días y la mañana del tercero- adquiriendo un ritmo como de pesadilla o frenesí hacia la muerte. Parábola gigantesca que nos da el destino del mundo, del hombre. Forma teatral, círculo concéntrico de esbirros, prostitutas, casino español y fuerte-prisión de Santa Mónica. Esperpentiza el romanticismo de esa Lupita romántica –escena de amor entre Nachito y Lupita-, con un uso del incipiente “monólogo interior”, por el que el pensamiento del personaje drogado se manifiesta no como el ordinario fluir de la memoria en los personajes de la novela tradicional, sino como arrastrando “elementos sólidos, imágenes perceptibles en su separación”.
En “Tirano Banderas” no hay claves visibles que lo refieran a un determinado tirano o país hispánico, sino que trata del tirano en general en un ilocalizable país hispanoamericano; tanto la escena como los personajes, y la lengua empleada para crearlos, son un deliberado esfuerzo por conseguir esa maravillosa síntesis de países hispánicos de ultramar. En su ataque al tirano, Valle-Inclán se está refiriendo, también, a España, y es evidente que tras el macabro Santos Banderas, encarnación y símbolo del poder usurpado por la fuerza brutal, y hasta personificación visible de la muerte aniquiladora, se esconde el nombre del dictador Primo de Rivera, que gozaba de las particulares antipatías del escritor. Santos Banderas personifica el poder dictatorial, anomalía que solo puede producirse en sociedades asentadas sobre una base de injusticia social como lo eran las repúblicas hispanoamericanas y a las que no dejaba de parecerse, entonces, España, pues no hay que olvidar que desde el 13 de septiembre de 1293, el general Primo de Rivera se había hecho con el poder por medio de un golpe de Estado. Para Valle-Inclán, cualquier clase de usurpación de poder, era una atrocidad que corrompía al dictador y al dominado. El servirse de un escenario hispanoamericano permitía al autor disimular en cierto modo –asegurándose de que no podrían prohibir su obra las censuras del dictador español- sus intenciones más hondas: desprestigiar todo abuso de poder.
En “Tirano Banderas” el autor se esfuerza, deliberadamente, por incluir en su esfera no sólo a todos aquellos pueblos, sino al que los hizo posibles, la decaída España. ¿Por qué, si no, las andanzas de los españoles –representa tres oficiales de España y los gachupines allí afincados-, ocupan un lugar tan privilegiado en una novela que debiera ser exclusivamente hispanoamericana por su ambiente y sus personajes? Ellos son los sostenes sobre los que se apoya el tirano. Se oponen a toda revolución o reivindicación social, por parte del obrero –indio o español-, y cuando D. Celes dice: “el indio dueño de la tierra es una utopía de universitarios”, parece que estamos escuchando a ciertos señorones españoles que defendían un absurdo latifundismo hasta no hace mucho tiempo.
Valle-Inclán reservó un lugar privilegiado a la nobleza española en su denuncia. Su representante, el de la Monarquía española, era el Barón de Benicarlés, al que representa falto de recursos, esclavo de las drogas y de los amores de un chulo, y quién, como Embajador de España, que es como decir la España oficial, mueve hilos importantes entre las marionetas del mundo diplomático. Y, aunque el Barón desprecie a la nueva burguesía mercantil y a los adinerados terratenientes, se apoya en ellos para vivir de prestado con arreglo a pretéritas grandezas, a la vez que le hace el juego al tirano, consciente de que un régimen democrático y justo no toleraría ni su degradada corrupción, ni su influencia social.
Nobleza, burguesía, clase media y, al fondo, los trabajadores sufriendo en silencio, hasta que llega el momento en que la lucha contra la opresión se manifiesta como un vendaval de sangre y fuego.
Alacena de las Monjas
Alacena de las Monjas
2 comentarios:
maravilloso Valle.. y injustamente olvidado y ninguneado en su tierra que es la mía, es el problema de la gente libre, de los que no se casan con partidos ni naciones, te dejo algunas frases extraídas de Luces de Bohemia que el las pone en boca de Max Estrella.
El esperpentismo lo ha inventado Goya. Los héroes clásicos han ido a pasearse en el callejón del Gato [...] Los héroes clásicos reflejados en los espejos cóncavos dan el Esperpento. El sentido trágico de la vida española sólo puede darse con una estética sistemáticamente deformada [...] España es una deformación grotesca de la civilización europea [...] Las imágenes más bellas en un espejo cóncavo son absurdas [...] La deformación deja de serlo cuando está sujeta a una matemática perfecta. Mi estética actual es transformar con matemática de espejo cóncavo las normas clásicas [...] deformemos la expresión en el mismo espejo que nos deforma de cara y toda la vida miserable de España. (Réplicas de Max Estrella en Luces de Bohemia.)
Buen trabajo de análisis, Alacena.
Por cierto, siempre he entendido como esperpento cualquier cosa que agreda a la vista y a la razón.
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