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martes, 11 de enero de 2011

ATEA

Recuerdo ahora aquel pasillo con una mezcla de nostalgia y alivio. Había un banquito al lado del despacho de la madre superiora, donde yo esperaba mirándome los zapatos, revisando que no tuvieran polvo. Acababa de salir una niña de tercero , con un chicle pegado en la nariz, a la pobre le esperaba ahora la humillación de ir de clase en clase diciendo algo así como: Hola, soy fulanita de tal, y me han castigado por comer chicle.

Al cabo de diez minutos, se abrió la puerta y yo me levanté de un salto, la madre Rosario me miró de arriba a abajo , muy seria, y dijo : pasa, anda, pasa.

La madre superiora estaba sentada en la mesa, mirando papeles, tenía las manos más bonitas que he visto en mi vida, blancas , con los dedos largos, las uñas impecables, muy cortas. Siempre me pregunté cómo había podido hacerse monja una mujer tan guapa.
En esas estaba yo , cuando rompió el silencio con su voz autoritaria:
- Déjanos, Rosario, por favor.
La otra se fue de mala gana, se perdía una bronca.
- Bueno Matilde, lamento verte otra vez aquí.

Yo bajé la cabeza, no sabía qué contestar, aunque mejor que no contestara nada, mejor callarse, pensé, así acabamos antes.

- Por lo visto, has tenido otro enfrentamiento con Raquelita Lorenzo. Te recuerdo que la última vez vinieron sus padres a quejarse.
- Si, madre.
- ¿Eso es todo lo que se te ocurre? Mira, hija, tu padre hace un gran esfuerzo para tenerte en este colegio, eres interna, y deberías ser más humilde, no hay nada malo en la pobreza, no es una deshonra, acuérdate de Nuestro Señor , no deberías tener en cuenta las palabras de Raquelita al respecto.
- Si, madre.
- ¿Has vuelto a pintarte los ojos?
- No, madre, los tengo así.
- Pues ponte aceite en las pestañas, las tienes demasiado rizadas, y eso es signo de coquetería, y haz el favor de recogerte ese pelo en una coleta, deberías tomar ejemplo de la Virgen María, de su sencillez. A Dios no le gustan las mujeres vanidosas, es algo que tienes que corregir, Matilde, si quieres seguir el camino de nuestra orden.
- Pero yo no sé si quiero ser monja, madre.
- Aún eres muy joven, el Señor te llamará cuando estés preparada, y mi obligación es orientarte .
- Ya, madre pero es que yo..
- Hija, tú no entiendes todavía de lo que te hablo. Entregar la vida al Señor y ser su esposa es algo maravilloso reservado para unas cuantas privilegiadas, deberías estar orgullosa.

Sí, claro, pensé yo, como si estuviera yo ahora caída de un guindo. Atea, yo me hago atea. Os vais a enterar cuando salga yo de aquí, voy a servir a quien yo os diga, locas, que estáis todas locas…

La madre superiora, cruzó las manos encima de la mesa y me miró como si adivinara lo que yo estaba pensando, yo bajé la vista, por si acaso.
- Ah, y otra cosa te voy a decir: A partir de ahora las clases de piano te las va a dar la madre Consolación.
- Pero, madre!! Por qué?
- Por que el Don Miguel deja este colegio a partir de hoy mismo. Y no me hagas hablar, que ya sabes tú muy bien el porqué.

Atea, yo me hago atea.

3 comentarios:

Pobre,siempre echan a Don Miguel. estas monjas...

genial, divertido jajajajajja

ramond

Jajaja, nos dejas el regustillo de no saber porqué D. Miguel ya no iba a dar clases de piano. Excelente.

Un saludo.

Alacena de las Monjas